Alcides Hernández: el isleño que ha dedicado su vida al oficio de carretonero en El Castillo

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Don Alcides Hernández trasladando carga en un carretón en compañía de su bisnieto. • Foto: Onda Local

En la ciudad de El Castillo en Río San Juan, la forma más común de trasladar la mercadería que abastece los negocios locales es mediante botes y dentro del municipio una de las opciones son las carretas.

Existen personas que se dedican a esta labor desde hace muchos años, uno de ellos es Alcides Hernández Martínez quien el próximo noviembre cumplirá 75 años de edad y aunque es originario de la Isla de Ometepe, en el departamento de Rivas ha construido su vida e historia en El Castillo. 

A los 17 años se estableció a orillas del Río Bartola, en el municipio de El Castillo y su vida fue transcurriendo en diversos pueblos hasta que se estableció en El Castillo con su esposa María Condega, con la que procreó 12 hijos de los cuales solo viven siete.

Hernández cuenta que su infancia no fue alegre, pues resintió la ausencia de sus padres legítimos, pero agradece que sus abuelos le enseñaron a sobrevivir, “uno quiere el cariño de sus padres, recibir algún afecto o un dulce al menos, como todo niño con ilusión miraba como otros padres atendían a sus hijos y los míos no se hicieron cargo de mi”, confió Hernández.

Agrega que fue un niño rebelde, apasionado por las cosas del campo y aunque no fue a la escuela siempre respetó las órdenes de sus padres.

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En su tiempo libre Alcides Hernández disfruta de  juegos de béisbol. Foto: Cortesía

El oficio de carretonero 

Hernández cuenta que siendo muy joven con la cosecha de “una frijolera” compró un terreno en la ciudad de El Castillo, ahí empezó a trabajar como jornalero ganando 30 córdobas por día, en una oportunidad como reconocimiento a sus labores uno de sus patrones le regaló un carretón.

Agrega que con ese carretón empezó trasladando tierra para rellenar la construcción de casas, sin darse cuenta, ese medio de transporte se convirtió en su sustento y también en su “doctor”.

“Una vez estuve con dolor de estómago y pensé que si movía la carreta constantemente me daría masajes en el estómago y así fue, me fui a empujar la carreta como si nada ocurriera y al terminar la jornada el dolor había desaparecido”, dice Hernández.

Al ver que trabajar con la carreta le daba dinero, Hernández empezó a alquilar otras carretas para cumplir con la demanda de los comerciantes del pueblo,  incluso hubo momentos en los que trasladó a personas enfermas y mujeres embarazadas a centros de salud.

Oportunidad de empleo para otras familias

Hernández asegura que el trabajo del carretonero no es fácil porque requiere fuerza y responsabilidad, por eso a medida que su negocio iba creciendo empezó a buscar otras personas que le ayudaran.

Ángel Hernández, hijo menor de Alcides admira la capacidad de su padre para sostener su negoció y obtener fuentes de ingresos para su familia y otras familias del municipio.

“Mi papá busca trabajadores para distribuir la carga y del dinero que hace en el día, se reparten entre todos. Si se hacen 500 córdobas él lo divide entre todos los que trabajaron. Las personas lo buscan para que les deje trabajar y mi papá siempre les apoya. Yo me siento orgulloso de él por la inteligencia que ha tenido para mantener a la familia, sostenernos y darnos estudio”, apunta.

Los hijos varones de Hernández son los que se han involucrado más en el trabajo de carretoneros, con esos ingresos lograron sacar sus estudios de bachillerato. Su hijo mayor Dony logró ir a la universidad y estudiar Ingeniería Forestal, Hernández considera que el hecho de que sus hijos tengan estudios es su mayor logro en la vida. 

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En las carretas no solo se transporta mercadería también personas que necesitan movilizarse dentro del municipio. Foto: Cortesía

Los ahorros rindieron frutos

“Cuando mi hijo decidió irse a la universidad estuve tocando puertas para que me ayudaran y nadie me ayudó, en una de las cansadas dije si ni mis padres que me criaron me ayudaron porque voy a esperar ayuda de otra gente”, lamenta Hernández.

Rememora que para ese tiempo tenía unos ahorros que venía haciendo desde hace tiempo atrás, guardaba entre 5 y 10 córdobas cada vez que podía.

“Al ver que mi hijo estaba decidido a estudiar me fui a quebrar la alcancía, tenía 14 mil córdobas, nunca pensé tener esa cantidad en ahorros. El día que mi hijo se fue le entregué 4 mil córdobas y me dejé 10 mil para seguirle mandando, continué trabajando para que no le faltara nada hasta que coronó su carrera”, cuenta orgulloso.

Actualmente sus hijos ya no están con él, solamente vive con su esposa, asegura que entre los dos se cuidan.

“Yo a esta edad sigo trabajando en mis carretones y en un pedazo de tierra que compré pensando en los nietos, a ellos que les quede. A esta edad me siento tranquilo con mi vida, me siento como un pajarito que trabaja, busca el sustento diario y le lleva comida a su pajarita”, finalizó Hernández.

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