La urgente necesidad de (re) pensar el Trabajo Social en Nicaragua

*El 8 de julio es el Día Nacional del Trabajo Social en Nicaragua.

La primera vez que impartí un taller fue frente a 20 adolescentes y durante casi dos horas, mediante dinámicas, información y explicaciones a modo de “ejemplo”  enseñaba cómo poner un condón, lo hice en el salón de sexto grado de una escuela primaria del barrio donde nací, yo tenía 12 años y jamás había visto un hombre desnudo. Pero de eso se trataba aquella metodología; de adolescentes hablando con otros adolescentes, para intentar frenar la ola de embarazos adolescentes que teníamos como generación. Es quizás este mi primer acercamiento al Trabajo Social.

Me organicé desde los 8 años en un movimiento social y hasta la fecha sigo en esas andanzas, a los 8 años llegaron a la escuela promotores y dos años después era líder infantil de mi municipio. Es importante para este momento decir que organizarme me salvó la vida”, nací y crecí en un barrio donde cada sueño se desintegra tempranamente y a muchos, muchas solo les queda como recuerdo aquellos pedazos de sueños que a veces nunca logran volver a armar. Así que, mi vínculo con aquel movimiento social me permitió soñarme distinta de aquel prototipo de niña para la cual ya estaba “destinada”.

Mi secundaria se dividió en dos colegios, el primero donde todos los niños y niñas del barrio terminábamos, viví tres años intensos,  el común denominador de mi generación era el sexo, el alcohol,  pandillas, drogas, acoso sexual, huidas al mar, para alguien que ya empezaba a soñar con la vida, aquello terminó en una depresión total que según he logrado reconstruir con mi terapeuta, me llevó casi cinco años salir de esa profunda tristeza que implica soñar sin tener estructura social amorosa que te sostenga.

Pasé de 118 libras de peso a 90, aquello era insostenible, yo quería hacer un algo con mi vida, entre gestión y gestión, conseguí una media beca y ocasionalmente trabajos que me permitieron ingresar a un colegio mucho más pequeño que me dio oxígeno para seguir tomando impulso en la vida, salí con un titulo de bachiller y otro de contabilidad pública.

Ante tanta injusticia de la que venía, ante tanta carencia material, tanto machismo que de forma recurrente intentó quitarme fuerza, sí, en el movimiento social el promotor de mi localidad llegó a tener tocamientos abusivos sobre mi cuerpo, el dueño de la pulpería me ofreció tener sexo a cambio de perdonar la deuda de mi mamá, y en secundaria un estudiante mayor me acosó hasta el punto de perseguirme de noche y de día y de besarme y tocarme contra mi voluntad.

Ante todas esas manifestaciones de violencia y desigualdad la opción de vida fue enfrentarme a eso, porque muy temprano aprendí que golpear, abusar y manipular a niños, niñas y mujeres se basaba en una relación de poder profundamente desigual, que estos cuerpos importábamos menos y que la misma relación pasaba con esa figura del Estado que se presentaba ante la sociedad como un padre que golpeaba a través de las carencias materiales, las carencias éticas y por tanto el Estado era un reflejo de la cultura dominante del abuso que vivíamos las familias.

Las familias han sido históricamente núcleo donde se reproducen las mayores y peores desigualdades, ahí se albergan aquellos imaginarios que sostienen ese poder corrupto, manipulador y violento que demuestra el Estado.

Desarrollé así, la vocación por lo que he llamado “Militancia por Nicaragua”, y he dedicado mi vida entera a gestar y ser parte de grupos, acciones e ideas que demuestran que otras formas de vínculos son posibles. He encontrado en mi camino muchísima gente cuya apuesta ética es la misma, porque creo que querer cambios de la realidad que golpea es un asunto ético.

Por eso soy Trabajadora Social, porque esta profesión es ante todo una opción profesional llena de posturas éticas, desde donde una se puede posicionar para demandar y demostrar que la realidad son acciones, posiciones, decisiones que algunos toman para controlarnos, para separarnos y para hacernos creer que el poder oprime, pero también la realidad es producto de acciones contundentes, claras a favor de los derechos, la igualdad económica y la jurídica.

El Trabajo Social como profesión en Nicaragua surgió como una respuesta ante la llegada del gobierno de derecha en 1990, todas y todos aquellos promotores de la revolución tenían la oportunidad de convertirse en profesionales y así poder entrar al mercado de trabajo. Muchos de militancia de izquierda terminaron como Licenciados en Trabajo Social, y así es como muchos jóvenes les seguimos. Mi tesis con la que me gradué de Trabajadora Social mostró que la sostenibilidad académica y política de la carrera ya estaba en profunda crisis debido a la ocupación partidaria y plena que el FSLN ya tenía en la universidad allá por el año 2008.

El mundo está lleno de mujeres sabias, la joven señora Mary Richmond (1917) planteó la necesidad de institucionalizar todo lo empírico del Trabajo Social y hacer rupturas con lo asistencialista, su idea se basaba en que no era suficiente las buenas intenciones y el sentido común, eso no ayudaba eficazmente para trasformar una sociedad, tanta razón tuvo desde siempre. Ella ha sido la primera que nos pensó, que nos escribió y que nos politizó. Y esa es la gran ausencia que tiene la academia en Nicaragua, ha dejado de politizar una profesión que tenía por razón de ser “provocar cambios”, el Trabajo Social por naturaleza, por esencia no puede ser imparcial, esta absurda idea hace que retrocedamos al estado inicial de “asistencia social” es decir que atendemos al herido sin comprender quien es el opresor, no hay cambios, solo ayuda.  La modernidad del Trabajo Social en América Latina, le debe mucho a la Educación Popular y esta última a todas luces aportó en su época y hasta la actualidad a nombrar a los opresores. Politizar significa pensarnos y pensar la realidad en la que estamos sumergidos.

Politizar el Trabajo Social pasa por analizar las estructuras de poder y eso nos lleva a cuestionar nuestras propias matrices donde se forman nuestros imaginarios que generan conductas cotidianas.

Politizar el Trabajo Social pasa por reconocer al poder y las formas de resistencia, pasa por hablar de las estructuras sociales que nos habitan en Nicaragua, por las relaciones de desiguales que se generan en esa construcción perversa del género, pasa por dejar de hablar de género como una comprensión general y dialogar con los movimientos sociales quienes son finalmente los que sostienen acciones de rupturas frente al sistema patriarcal, capitalista y depredador.

Politizar el Trabajo Social pasa por reflexionar y cuestionar ¿Por qué están matando a las mujeres?, ¿Por qué las niñas y niños están siendo abusados sexualmente?, ¿Quién tala el bosque? ¿Quién viola y mata a las mujeres y a los hombres de la Costa Caribe? ¿Quién esta robando el agua de las comunidades? ¿ Por qué existe una pandemia de insuficiencia renal crónica en Chichigalpa? ¿Quién y por qué se quiere quitar tierra a los campesinos y campesinas? ¿Cómo se llega a instalar un poder abusivo de parte del sistema policial y militar? ¿De dónde salen y cómo se construyen los paramilitares? ¿Por qué una denuncia de violencia y abuso sexual no es válida cuando el agresor es un líder?, de cara a la formación académica ¿Por qué los docentes de la carrera han mostrado carencia de pensamiento crítico y han elegido plegarse a la normativa de un partido político, sacrificando la naturaleza misma de la profesión?, estas entre otras cientos de preguntas deberíamos estarnos haciendo las y los Trabajadores Sociales, resalta ¿Por qué decidí ser Trabajador Social, qué vínculos tiene con mi propia historia y qué sentido tiene esta decisión ahora mismo en mi vida?

Desde esta profesión a veces burlada, muchas veces olvidada, infinitamente reconocida por los grupos sociales que acompañamos, me posiciono para decir que la carencia de la universidad solo puede ser enfrentada con la vocación y con la convicción de que las personas podemos transformar la realidad, de ahí que debemos hacer una primera ruptura: cuestionar ¿quiénes construyen ahora mismo nuestra realidad como ciudadanos y como profesionales?.

Opinión | La urgente necesidad de (re) pensar el Trabajo Social en Nicaragua

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