Abril, lucha y sueño de Nicaragua

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A dos años de la insurrección de abril, los orificios de las balas aún nos recuerdan que tenemos una deuda con quienes dieron su vida por una Nicaragua libre. • Foto: Onda Local

Los atabales van sonando por las calles, avisando la llegada del corazón de Centroamérica, es una indígena que con coraje, valentía y convicción ha despertado junto a su pueblo para encender el fuego de sus ancestros y ancestras, ese fuego que nunca se apagó, porque ha hecho historia y revolución.

A su paso va dejando la huella firme con la que camina hacia la luz y la libertad, sus colores azul y blanco recubren el cuerpo herido de un país que sin miedo ha desafiado balas, golpes y traición. Esta indígena es rebelde, pero con causa, su nombre es Nicaragua, como estandarte lleva el escudo de su nación y con gallardía presume el carácter que le heredó Monimbó, un pueblo aguerrido que decidido otra vez dijo no.

En 2018, Nicaragua renació como lo hacen las flores y como presagio de lluvia en verano, así llegó la insurrección que cambió la vida de quienes lucharon y no callaron sus voces, aunque las balas les silenciaron, el susurro del viento no olvida sus consignas y en la memoria vivirán como héroes que partieron creyendo que es posible vivir en libertad.

Dos años han transcurrido desde entonces; aunque algunas avenidas, plazas o calles lucen sin el rastro de las barricadas, zanjas, miguelitos, alambres de púas y vidrios; en las paredes de las casas, iglesias y restaurantes se observan los orificios de las balas que repartía como caramelos la policía orteguista, señas que recuerdan la agresión y violencia con la que actuó el gobierno frente a las personas que protestaban y que defendían su territorio con hondas, piedras y morteros.

En su afán de borrar la memoria, la dictadura ordenó a sus seguidores que desaparecieran los rastros de pintas y frases, quitaran las banderas azul y blanco y explotaran los globos. También censuraron el himno, fue delito tirar un mortero y hasta vestirse de azul y blanco, así toda persona sospechosa de tener un pensamiento crítico no podía salir a la calle. Aún con todo no lograron borrar de nuestra memoria lo ocurrido, porque lo llevamos marcado en el cuerpo.

Abril es solidaridad, es lucha, es coraje, es resistencia, es calle, es protesta, se vive en el cuerpo, en la sangre, es esperanza y sueños. Son esas pequeñas muestras de amor hacia los demás que nos unieron otra vez, así demostramos que juntos somos un volcán.

Como olvidar a Doña Coquito regalando sus bolsas de agua a los estudiantes, el médico brindando su conocimiento para ayudar a las y los heridos, la familia que hizo su casa centro de acopio, los que dieron posada a quienes eran perseguidos, el taxista que sin temor trasladó a los heridos, la vecina que le pasaba comida a las personas detrás de los tranques, artistas que con sus letras acompañaban la lucha, las mujeres del barrio Sandino que enfrentaron cara a cara a los antimotines, las chavalas que alzaron un mortero y se atrincheraron, el campesinado que bajó de la montaña a la ciudad para decirles a las y los estudiantes que no estaban solos, y doña Chica recordándonos que sólo el pueblo salva al pueblo, la mamá que se atrincheró para proteger a su hijo o hija, el preso que desde una celda ofreció lo poco que tenía, los señalados como delicuentes que demostraron ser concientes y arriesgaron sus vidas para proteger la de otros.

En la UNAN, UNI, UNA, UCA y UPOLI los universitarios se volvieron aves y no les asustaba ningún policía, lloramos cuando la bala asesina encontró  luchando y apagó el brillo, la sonrisa y los sueños de Richard Pavón, Carlos Bonilla, Orlando Pérez, Franco Valdivia,  Moroni López, Jairo Hernández, Harlinton López, Álvaro Conrado, Álvaro Gómez, Jayson Chavarría, Ángel Gahona, Enoc López, Cristian Cárdenas, Lester Flores, Carlos Manuel Sandino, Hilton Manzanares, Darwin Urbina, Danny Rivas y los más de 328 asesinados a manos de quienes dieron la orden de “ir con todo”.

Otros se vieron obligados a huir para salvar sus vidas, ahora suman cien mil fuera de la tierra de lagos y volcanes, pasan hambre, hay días que comen, otros que no, dejaron sus casas, sus familias, sus tierras, sus estudios y resisten, el “vamos a volver” es una constante que les motiva a no claudicar porque esta tierra también les pertenece.

La dictadura en cambio, cada día se debilita más, han querido mantener una normalidad hueca, un panorama efímero, sus discursos evocando el amor, la paz y la solidaridad están alejados de sus acciones. Hablan de amor y practican odio, hablan de paz y confrontan a los ciudadanos a un campo de batalla, dicen ser solidarios y limitan ese derecho, pregonan ser el pueblo presidente y no escuchan las demandas de la ciudadanía.

La represión no ha cesado desde que Nicaragua se insurreccionó, continúa el acoso, la intimidación, los asesinatos en el campo, los encarcelamientos arbitrarios persiste, actualmente existen 75 presos políticos.

Los intentos que ha hecho el régimen por invisibilizar la realidad que vivimos no ha resultado. La prensa independiente ha expuesto su vida para informar; con la cámara, la grabadora y el teléfono luchan desde la trinchera de su profesión, para que el mundo se entere de la dictadura con la que vivimos. En los últimos meses ha aumentado la censura y agresiones a periodistas independientes, a pesar del miedo y la incertidumbre, la consiga se mantiene “la verdad nos hará libres”.

Nicaragua seguirá doliendo en abril, el pueblo no olvida los crímenes y violación de derechos humanos ocurridos durante este contexto. La nación entera no podrá vivir en paz mientras vivamos en dictadura, mientras exista impunidad, mientras las madres sigan llorando y no encuentren consuelo, porque el asesinato de sus hijos e hijas aún no ha sido esclarecido.  

El país no tiene dueño, las calles son del pueblo, el reclamo está latente, las demandas siguen vigentes, Nicaragua resiste porque tiene la convicción de que habrá cambios y lograremos la justicia, la libertad y la democracia que desde aquel 18 de abril de 2018 se sueña con más intensidad.

Opinión | Abril, lucha y sueño de Nicaragua

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