Algunos comentarios ante los relatos del horror

Estimado equipo de Artículo 66:

Como lectora quiero compartir mis primeras impresiones tras leer el reportaje Manifestante opositora al orteguismo: “Fueron 30 policías los que me violaron…”. No pude leerlo de un solo tirón, lo hice a lo largo de varias horas y conozco a varias personas que no pudieron llegar ni a la mitad. Supura y hace supurar dolor. Por eso quiero compartir algunos comentarios:

  1. No hay palabras que resuman la indignación y el dolor frente a estos testimonios de violencia sexual como variante de la violencia política en el marco de la crisis. Mi respeto y solidaridad a las personas que sobrevivieron a este horror. Su dolor nos interpela y vamos a luchar para que se haga justicia. Tienen que pagar. Todo este horror refleja la violencia estructural de una sociedad con profundas raíces machistas y patriarcales que usa la violencia para todo, y en este contexto, relevó la sexual como arma de guerra.
  2. De hecho, en esta crisis ha habido un repunte de expresiones machistas de ambos bandos, pero es terriblemente simbólico el ritual grupal de violación y el sadismo, crueldad y saña al usar objetos que simulan grandes falos: con la penetración hay castigo y venganza, pero también humillación, posesión, dominación. En el caso de los hombres intentan feminizarlos al violarlos como una forma de aplastar su masculinidad (“golpista cochón”); es como que les dijeran ‘si te las das de hombrecito yo lo soy más y así te lo demuestro, así te bajo los huevos’.
  3. La violación de muchas mujeres ha sido no solo un acto que atenta individualmente contra su vida, cuerpo y dignidad, sino un mensaje simbólico ─que no solo se da por razones políticas─ con tintes aleccionadores por razón de género: 'Esto te pasa por andar de gallita ganchoneando en la calle, esto era lo que andabas buscando'. Es decir, ‘aquí está tu castigo por ser una ‘mala mujer’, las ‘buenas’ están encerradas en su casita y no andan de vagas, la política es cosa de hombres etc… aunque no haya conciencia de ello.
  4. Ahora, es importante que veamos que no se trata solo de castigar a los culpables materiales e intelectuales de este delito de lesa humanidad y de buscar cómo resarcir a sobrevivientes, sino que es vital reconocer que hay una estructura de poder que fomenta estas ideas machistas de posesión y dominación, y de usar el cuerpo para dejar marcado ese ejercicio de ese poder. Es terrible confirmar nuevamente cómo algunas mujeres también encarnan estos principios al cooperar con estas violaciones.
  5. Como dice la antropóloga feminista Rita Segato, no podemos ver a las violaciones como actos individuales, sino sociales, por ello, no se trata solo del gobierno asesino con un presidente violador, sino de reconocer la estructura que sostiene esto y la responsabilidad que tenemos como sociedad de educar a las futuras generaciones para no seguir reproduciendo estos modelos. Rita explica que un crimen sexual es un crimen de poder que busca castigar y moralizar. Estas violaciones colectivas no se dan por hombres ‘ganosos’ de sexo, sino animados por el deseo de dominación, posesión, castigo, venganza, amenaza. Fueron rituales donde a los hombres los violan mayoritariamente con objetos, mientras que a las mujeres les caen en masa "30", en combinación con la primera tortura. Son como telegramas tatuados en tono de advertencia, para una y para todas, para uno y para todos.

Como periodista reconozco la buena intención y el esfuerzo por tratar de contextualizar y entrevistar a varias fuentes, pero considero que sería útil pensar mejor la forma en que se presenta y expone a las personas violentadas. Como profesional interesada en un abordaje informativo ético y responsable quiero compartir algunas reflexiones:

  1. Es un hecho que hace falta publicar las denuncias por violaciones sexuales en este contexto, pero, aunque es importante la denuncia, hay que pensar si este relato de detalles escabrosos tiene valor informativo. Como medios de comunicación urge ir más allá de esta teatralización de la violencia y de este toque sensacionalista que nos hace apartar la cara. Pongamos cuidado en cómo construimos los relatos porque al final queda la idea de monstruos invencibles y de víctimas pasivas. Estos agresores que responden a una lógica social hicieron de todo para dominar a estas personas, pero no lograron eliminarlas, están de pie nuevamente o en proceso de levantarse. 
  2. Sobra que mencionen que hubo lágrimas al relatar los hechos ¿cómo no van a llorar? Una recomendación común en el abordaje de temas de violencia es jamás entrevistar a una víctima de violencia, si no es con el fin de que eso sirva en su proceso de sanación, previa consulta con su terapeuta. En realidad, hay quienes necesitan denunciar para sanar (caso Zoilamérica), pero hay que tener presente que cuando se le pide a una persona sobreviviente contar lo que le pasó, puede implicar revivir el dolor de la experiencia y así revictimizarse. Esta situación podría agravarse cuando surgen comentarios que la culpan, se burlan, lo niegan o muestran indiferencia ante su relato. Esto puede tener consecuencias sicológicas graves, aunque no tenga conciencia de ello al dar la entrevista. La recomendación para periodistas es evitar preguntar por detalles de las torturas (para eso está el informe, entrevistas con quienes les atendieron, el expediente…). Hay que preguntarse si estos datos son indispensables para el fin que buscamos y evaluar los riesgos tras publicar sus nombres y caras.
  3. Es importante destacar las estrategias que usaron los agresores para someterles, pero también cómo hicieron para levantarse; potenciarlas como sobrevivientes y no como víctimas permanentes. Francamente no nos deshumanicemos como periodistas, prefiero no tener la exclusiva y evitar echar sal en la herida, peor aún, frente a una cámara. La gente tiene que saber lo que pasó, pero no con detalles morbosos sin valor informativo que nos hacen quedarnos solo en el llanto y la rabia. Además, persiste un estereotipo de víctima con su vida destruida para nunca jamás y no es cierto. Estas personas son sobrevivientes y están contándolo, han seguido con sus vidas, hay que reconocer la fuerza que tienen en compartir sus testimonios, la humanidad que no pudieron arrebatarles aún con semejantes torturas. Estamos clarxs que siguen siendo víctimas de un sistema criminal y hay que denunciarlo, pero también es importante visibilizar sus estrategias de resistencia, la solidaridad que han recibido de familia, comunidad, organizaciones, personas... Qué han hecho de pequeñas o grandes acciones para sobrellevar esto; quiénes les han ayudado a recuperarse y cómo, dónde buscaron y/o encontraron apoyo… También, qué les ayudó a no dejarse morir, cómo han hecho para salir adelante, cómo quieren ser ayudadas, qué proyectos de vida tienen, cuáles son sus esperanzas, qué esperan de nosotrxs, sus exigencias al Estado, a la Justicia nacional e internacional… Esta información puede ayudar a dar el paso de víctima a sobreviviente.
  4. Aquí hay un drama horrible pero también mucha fuerza y conexión con la vida. Los detalles son relevantes para las organizaciones de derechos humanos y los sistemas de justicia, para procesos de construcción de memoria y sesiones con fines terapéuticos… Cada nuevo relato me revuelve e indigna por el atropello a los derechos humanos de parte de la crueldad institucionalizada, pero el papel de los medios de comunicación debe centrarse en dar voz y crear conciencia sin explotar tanto el sufrimiento. Por favor no más nota roja de la crisis
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