La memoria para sanar

La guerra como evento límite de una sociedad

Recientemente tuve la posibilidad de ver y reflexionar uno de los últimos documentales que se ha producido en Nicaragua sobre la Revolución Popular Sandinista, Heredera del Viento de Gloria Carrión, lo particular de este documental es que es una voz que desde el presente nos lleva a un viaje al pasado, un pasado contado desde los ojos, sueños y pesadillas de una niña inmersa en una guerra. Su autora es una cineasta que utilizando el cine nos está invitando a nombrar, a dialogar y sanar algunas de las heridas que provocó la guerra en nuestros cuerpos.

Este maravilloso ejercicio de la memoria social nicaragüense, retrata una historia que vista desde diferentes ángulos compartimos miles de nicaragüenses, pero es también una fotografía intima, personalísima que descarna la soledad más profunda que un niño puede vivir; ser parte de una guerra y vivirlo en soledad.

Heredera del Viento, como ejercicio de la memoria estoy segura representa la historia de todo niño, niña que se ha visto inmerso en alguna guerra, es por tanto así esta película un recurso necesario reflexivo sobre las implicaciones de la guerra en la vida de la niñez. Desde ese punto de vista, me parece valioso que el mundo adulto vea y reflexione sobre este documental.

Quisiera empezar por nombrar algo que pareciera obvio, pero que en las conversaciones suele no decirse, y es que la Revolución Popular Sandinista del 79, fue desde los años 60 y hasta los 90 por contexto y decisiones de sus líderes un evento armado.

Pareciera obvio que ese periodo fue bélico, pero no lo decimos, porque cuando hablamos de la Revolución Sandinista una gran parte lo hacemos desde la idealización de una revolución que nos liberó como pueblo de una de las dictaduras más feroces de América Latina, pero sí, dicha liberación implicó antes, durante y después del 79, que hombres y mujeres se fuesen en armas.

¿Por qué es importante y hasta fundamental nombrar lo obvio? porque durante esa jornada de aproximadamente 30 años (1960-1990), Nicaragua fue un pueblo que vivió una larga guerra, ni durante ni después hubo políticas de post guerra.

Es casi como haber negado las consecuencias que todo evento bélico genera en una sociedad.

Vida y Muerte como estética revolucionaria

En Heredera del viento, observo cinco protagonistas:

      • Gloria la niña de 5 años, que nos habla en primera persona y en tiempo presente y pasado.
      • Gloria, la adulta de 39 años, directora de la película, en primera persona, quién hace las reflexiones y memoria crítica sobre el pasado colectivo en tiempo presente.
      • Carlos Carrión, padre de Gloria y uno de los protagonistas emblemáticos de la revolución.
      • Ivett Fonseca, madre de Gloria, revolucionaria y una de las creadoras de la Cruzada Nacional de Alfabetización.
      • La Revolución Popular Sandinista/ La guerra.

Hay una canción de un cubano llamado Kamankola, que dice uno de sus versos “me pesa la revolución en las pestañas” y lo traigo a coalición porque en Heredera del Viento, vemos a una niña con la revolución instalada en el cuerpo, vemos como a través del sueño exterioriza sus temores. Cuando Gloria dice que sueña que está en el jardín de la escuela y llegan unos muchachos y cavan una zanja y el miedo es no salir viva, Gloria experimenta la guerra misma, las trincheras que se están dando en el campo y la ciudad, porque Gloria es solo una niña y las niñas no filtran la información, morir es morir, y ella en la guerra puede morir también.

El sueño sobre la zanja, me ha impresionado mucho. Es una imagen perfecta para explicar la guerra civil de los años 80; muchachos jóvenes que hacen la zanja y gana quien salga primero, esta imagen nos habla de los vivos y los muertos, los de la zanja no son niños, son los combatientes de ambos bandos, los que logran salir son los vivos, cuando Gloria dice “hasta que entiendo que tal vez un día no podré salir de ahí”, pareciera que se refiere a los vivos, que aun estando biológicamente vivos quedan energéticamente del lado de los muertos.

Miles de nicaragüenses que vieron morir a sus compañeros, quedaron con el alma congelada en ese momento, sin la energía de continuar sus propios proyectos, y lo hacen para redimir la culpa y conservar la lealtad por aquella vida que acabó, muchos sufren la culpa de haber quedado vivos y aunque simbólicamente logran salir de la zanja, su lealtad está con los muertos y por consiguiente con el evento que provocó la muerte.

El documental es una muestra magistral para demostrar que en una guerra tanto las niñas como los niños no son elementos pasivos, ni neutrales, son cuerpos sumergidos en el acto bélico y por tanto son sujetos expuestos a las mismas consecuencias que quienes disparan o reciben el disparo.

Gloria está en la guerra y así como Gloria había miles de niños. Heredera del Viento, nos deja ver algunas de las consecuencias de vivir una guerra; duelos, dolores, soledades de adultos y niños.

Heredera de Viento inicia con una escena donde Gloria la niña está dentro del agua y desde donde ve el mundo lleno de sombras, con las imágenes de una casa en ruinas que contiene zanjas, Gloria la niña, se hace muchas preguntas y no hay adultos para responderle, y esto es lo que suele suceder, en los conflictos provocados por los adultos, estos no dialogan, conversan o explican lo que sucede a los niños, así vemos que los niños van descubriendo el mundo de a golpe y sin procesarlo.

El amor, los hijos y otros sueños

La memoria como recurso para comprender el presente, es fundamental para darle sentido al pasado. El documental nos muestra la memoria individual de Carlos e Ivette, dos revolucionarios que como miles de nicaragüenses ofrendaron su vida para lograr la liberación frente al dictador Somoza, igual que en otras sociedades donde generaciones a través de rituales hacen el pacto de la lealtad al proyecto colectivo, por encima del amor, los hijos y los sueños individuales.

Vemos en Heredera del Viento como dos jóvenes colocan a la revolución en el siguiente orden “primero la revolución, segundo la revolución y tercero la revolución”, este orden lo he escuchado a lo largo de las entrevistas que he realizado a jóvenes de esa generación.

Gloria la adulta, en una escena actual con su madre, pregunta ¿Mamá si te pasaba algo a vos, que me iba a pasar a mí?, la madre le responde de forma honesta y amorosa “la revolución no te iba a dejar”. Es decir, los jóvenes no solo ofrecían su vida sino también la de sus hijos. Estos jóvenes revolucionarios no es que no quisieran ser padres, el verbo correcto es “poder”, estos jóvenes revolucionarios no podían ser padres. Al haber ofrendado sus vidas, buscar el sentido a la muerte de sus compañeros, los colocaba en una fe –diría yo- infantil, pues solamente la fe infantil en la revolución explica como una madre o un padre, cree que en su ausencia un proyecto colectivo puede ser o equipararse a los cuidos y amor de una madre o un padre.

En una guerra; los niños y niñas, sólo son niños y niñas

Heredera del viento, nos brinda potentes muestras de la perversión que una guerra hace en la vida de los niños y niñas, la perversión consiste en la dogmatización que proviene de sus padres y del sistema escolar.

En la revolución Sandinista a los niños en la escuela se nos enseñó a idolatrar, sin cuestionar tanto a la revolución como proyecto político de liberación así como a sus dirigentes, se nos enseñó por ejemplo lo que implicaba la militancia partidaria, los niños eran una parte importante del órgano partidario, significábamos la nueva base social y el continuar,  y para ello la domesticación era un eje fundamental, por eso a) la Asociación de niños sandinistas, b) el sistema escolar formal y c) la educación mediática nos empujaba a creer que las canciones de cuna eran las canciones revolucionarias, o las consignas contra el enemigo “fascistas, ladrones”, “amárrense los calzones”, “que ya viene la clase obrera con todos sus batallones”, esta consiga dicha por Gloria-la niña, me recuerda a las que yo misma repetía en los años 90.

      •  “Alerta, alerta que camina la lucha sandinista por américa latina”
      • “Puño en alto, libro abierto”
      • O la que me ha perecido más dolorosa y que me costó mucho desaprender “patria libre o morir”

La consigna dicha por Gloria-la niña, me hace recordar una anécdota de una niña-hoy adulta-, gran amiga mía que se tuvo que exiliar junto a su madre en los 90, estaba en Bélgica y el primer día de clase los niños del salón se presentaron y decían la ciudadanía de la que provenían, ella mi amiga, se presentó siguiendo la lógica de sus nuevos compañeros “Soy Ana Marcela Sarria y soy Sandinista”. Y es que era así, para los hijos e hijas de Sandinista, nuestra identidad era primero ser Sandinista y luego nicaragüense, o en el mejor de los casos creíamos que era lo mismo y por consiguiente negar ser sandinista era ser enemigo. Hablamos de niños y niñas entre 4 o 14 años. Toda una generación que quedamos simbólicamente con la revolución instalada como estética de vida y atravesada en el cuerpo.

Cuando llegaron los 90, todo el país mutó, pero tampoco nadie le explicó a los niños y niñas ¿Qué estaba pasando? Ni en los hogares ni como política de Estado. Los textos escolares pasaron de contener fusiles y hablar de la Nicaragua revolucionaria a hablar de democracia, paz y la palabra revolución, revolucionario y guerra quedaron vetados por decreto.

En los 90, hubo rupturas necesarias, muchos comandantes se distanciaron del FSLN –oficial, descubrimos lo que implicaba las políticas neoliberales, lo rural ya era espacio adolorido; por la guerra y el por el abandono de Estado.

En los 90 aprendimos que los revolucionarios también podían tener prácticas de depredadores sexuales, corruptos, aprendimos que también firmaban contratos donde ponían en venta o alquiler la soberanía, en los 90 aprendimos que ninguna sociedad sale ilesa de una guerra, algunos no lograron romper los hilos de lealtad con los eventos de los 80 y siguieron y siguen en el partido FSLN, algunos canalizaron su dolor en la integración a iglesias de diferentes denominaciones y algunos tuvieron que kafkiar dolorosamente hasta volver a encontrarle sentido a sus vidas, los padres y las madres tuvieron la posibilidad de ser eso…padres y madres.

A partir de entonces, ninguno volvió a ser el mismo, pero todos estábamos adoloridos o como dice Martha Cabrera, psicóloga social nicaragüense, descubrimos que éramos un país de multi duelos, y cuyo acto de resistencia era no olvidar, conservar la memoria individual mientras los espacios de sanación se abrieran, mientras volvíamos a hablar de la Memoria Colectiva.

Las preguntas, vivencias, sueños, pesadillas y profunda soledad de Gloria-la niña, tristemente es el reflejo de lo que miles de niños y niñas vivimos, no tuvimos padres porque estos no tenían tiempo para esto, sin embargo, desde un tiempo para acá, es la generación de Gloria-la adulta la que ha empezado a abrir el dialogo sobre el dolor, sobre las pérdidas, sobre los sueños, sobre los horrores, las pesadillas, sobre los errores y aciertos de la revolución, es esta la generación que valientemente ha empezado a asumir sus vidas y proyectos, es la generación que ha empezado a sanar.

En Heredera del Viento vemos cómo pasamos de ver la soledad y dolor de Gloria –la niña a las preguntas y fuerza de Gloria la adulta, su viaje termina en el espacio agua, igual que como empezó, porque Gloria como adulta ha renacido y el agua es el espacio ideal para renacer y retomar el vuelo.

Abril, la memoria que nos asaltó y por la puerta de atrás

En mi investigación sobre la generación post revolucionaria, me encontré que el silencio sobre la revolución era el mecanismo de protección ante tanto horror que se vivió, pero esto hizo que una parte de la generación idealizará u odiara la revolución, sin balance crítico.

Desde abril del 2018 la sociedad nicaragüense vive una brutal violencia de Estado, nombrada por organismos de derechos humanos como “crímenes de lesa humanidad”, nada más y nada menos que el propio FSLN-institucional es el responsable de esta masacre que da cuenta de al menos 300 asesinados, 1200 desaparecidos, +700 presos políticos y 60,000 nicaragüenses exiliados, este episodio es profundamente doloroso no solo por el evidente peso de la masacre, sino porque los autores intelectuales son líderes revolucionarios que volvieron al poder en el año 2006, es decir la figura que nos liberó de la dictadura en el 79, ahora mismo es una dictadura atroz.

Los miembros de esa generación viven un mal dejavu, un dejavu que les ha abierto de nuevo sus fantasmas, sus duelos, dolores, es una generación que sufre colectivamente, de nuevo.

Hay puntos comunes entre la lucha contra la dictadura de Somoza y la lucha actual contra Ortega, pero la inmensa diferencia es que ahora ya comprendemos que no es arma contra arma que se logra la paz, aprendimos que arma contra arma solo genera un cementerio de cuerpos, almas y sueños.

Lo que pasa ahora mismo en Nicaragua no es una guerra, pero es bélico porque es una masacre contra un pueblo desarmado.

Tocará como país, hablar de los viejos y nuevos duelos colectivos, de los muertos de ambos lados, de cómo en el seno de las familias, comunidades se construyen dictadores, pero sobre todo se volverá necesario hacer balance, sin idealizar abril, ni a sus dirigentes y aprender que se puede defender una patria, sin dejar en soledad a nuestros niños y niñas.

                              Ahora mismo en Nicaragua la consigna es ¡patria libre para vivir!

Opinión | La memoria para sanar

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