¡Protestar en las calles, un derecho!

Feministas en Nicaragua

¡Protestar en las calles, un derecho!

Por: Duyerling Ríos, Julio César López, Cristopher Mendoza, Patricia Orozco.

En Nicaragua las libertades públicas y ciudadanas cada vez son más violentadas por el Estado, persiste la impunidad y el encubrimiento social, político y cultural. No obstante, las feministas salen a la calle, no se amedrentan y luchan día a día por sus derechos y los de otras, todo en aras de la igualdad y la libertad.

 

Vienen mujeres muchas […],

Vienen gritando su lucha, pugnando por sus derechos [...]

¡Cuántas mujeres me llaman a seguir este sendero!

[…] Vienen con sus violetas banderas en movimiento […],

Sus herramientas libertarias manifiestan ofrecernos.

¡Ahora, compañeras, es este nuestro momento!

(Gabriela Fagetti)

Cientos de mujeres de todo el país han venido a Managua. Se han juntado en la carretera a Masaya, para participar en un carnaval político en ocasión del Día Internacional de las Mujeres.  

Hay mucha algarabía. Una sirena anuncia la salida con dirección a la rotonda Rubén Darío. Avanzan al ritmo de comparsas, chicheros, canciones por los derechos de las mujeres, panderetas, matracas y pitos.  

Trajes coloridos, sombreros con cintillos morados y muchas máscaras. Algunas, disfrazadas de brujas. En las camisetas, mensajes por la despenalización del aborto y contra la violencia. Agitan banderas rosadas y violetas. Exigen en mantas y carteles, la aplicación de la Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres, la igualdad, educación sexual y libertad de expresión.  

Alejandra Mendoza, ha venido desde El Piñuelar, municipio de Malpaisillo, León. Es agricultora, tortillera y lavandera. Lo más importante para ella, es defender los derechos humanos de las mujeres, aunque no es fácil, agrega. Ha sido amenazada de muerte. En un cuaderno de “Bubless” ha registrado, de su puño y letra, las intimidaciones recibidas. Sólo su hijo sabe dónde está guardado. “Si aparezco muerta o me pasa algo, tenés que dárselo a la policía”, le ha dicho. 

Alejandra narra parte de su primer escrito. “Cuando detuvieron al violador, padre de mi hijo, comenzaron las amenazas de muerte (…) Desde entonces, no duermo ni vivo en paz. Ese violador, amenaza con vengarse por el tiempo que estuvo preso. Me ha dicho, frente a frente, que le vale volver a caer preso”.

Esta mujer de 42 años, sobreviviente de violencia sexual, acompaña a otras en el proceso judicial. Cuando Ernestina Cruz denunció a su tío Paulino Cruz, por intento de abuso, Alejandra fue nuevamente amenazada. “A las doce de la noche, cuando él iba huyendo para que no lo agarrara la policía, me apedrearon la casa. Estaba aterrorizada. Mi niño lloraba y decía que me iban a matar por andar apoyando a mujeres que habían sido violadas”.         

Pero las amenazas no detendrán ni callarán a Alejandra. “Ya los nervios los tengo de acero”, dice entre risas. Para ella, ser defensora es un arma para defender los derechos, asegura mientras continúa caminando.

Pronto la algarabía se convierte en indignación.  Antes de llegar a la rotonda, un cordón policial les obstaculiza el paso, forcejean y pasan. Más adelante, una fila de antimotinas y dos de antimotines les impide avanzar. Sin precedentes, la Policía Nacional, utiliza mujeres para agredir a otras mujeres.    

Del otro lado de la muralla, grupos afines al gobierno agitan banderas rojinegras y suenan música testimonial.

Las antimotinas, uniformes negros, cascos, chalecos, coderas, rodilleras y escudos permanecen firmes y circunspectas. Una señora se acerca y las encara: “Antes que policía, son mujeres. Como mujeres dentro de la policía, deben rebelarse cuando les mandan a reprimirnos”.   

 “Vivimos en el país del Pueblo Presidente y se niega el derecho a la movilización, a la calle en igualdad de condiciones”, expresó Ana Quirós, reconocida activista feminista en Nicaragua, mientras continuaban las consigas. “La gente se pregunta y esas quiénes son, somos las feministas haciendo revolución”. “La democracia no va, si las mujeres no están”.  

Azahálea Solís, del Movimiento Autónomo de Mujeres, dijo que la policía actúa con cinismo al utilizar mujeres policías para impedir la manifestación de otras mujeres, en lugar de proteger los derechos de la ciudadanía, incluyendo el derecho a la libertad de expresión.

La Constitución Política, establece que las y los nicaragüenses tenemos derecho a expresar libremente nuestro pensamiento, en público o en privado, individual o colectivamente. También permite reunirnos pacíficamente, concentrarnos, manifestarnos y movilizarnos. En Nicaragua, hacer valer estos derechos, se ha convertido en delito. El gobierno no tolera la crítica y pretende imponer su discurso como verdad absoluta.

El derecho a la manifestación y a la libertad de expresión, están más amenazados que nunca. Las feministas no se rinden, son las primeras en la calle cuando hay que defenderlos, además de los derechos de las mujeres. No hay amenazas, persecuciones y difamaciones que las hagan callarse. Bien dice Alejandra Mendoza “aunque seamos pocas las que andemos, la lucha siempre se va a hacer”. Siguen en rebeldía. Como diría Virginia Woolf “No hay barrera, cerradura ni cerrojo” que impida la lucha de las feministas por la plena libertad.

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