Bestialidad y crueldad de los antimotines en la UNI

Por Guillermo Cortés Domínguez

Los estudiantes de la UNI le dieron un baño refrescante al pueblo cuando este lunes a las 6:00 de la mañana se tomaron las instalaciones de su Alma Mater, pero también suscitaron preocupaciones por la brutal represión que sufrieron el 19 de abril, cuando la ocuparon por primera vez. Después que ofrecieron una conferencia de prensa a la 10:00 a.m., fueron atacados por paramilitares por el lado del Estadio Nacional de Béisbol, sin embargo, los rechazaron.

Precisamente durante la conferencia de prensa les pregunté si tenían una organización que garantizara su seguridad. Respondieron que no había ninguna garantía, pero que ellos tenían que luchar contra la dictadura orteguista y respaldar a sus compañeros de la Upoli, la UNA y la UNAN-Managua. Y a todo el pueblo de Nicaragua.

Me llamó la atención que en la Avenida Universitaria no había ningún obstáculo, pero esto cambió dos horas después de la intempestiva llegada  de los antimotines, quienes durante ese tiempo estuvieron  disparando hacia el portón principal de la UNI. Pero luego fueron atraídos por un grupo de estudiantes con lanza morteros que se situó en la gasolinera PUMA. Mientras los policías atacaban hacia la estación de combustibles, los estudiantes levantaron sendas barricadas de adoquines que cortaron en dos secciones la Avenida.

Fue impresionante el apoyo popular que recibieron los estudiantes con motivo del ataque de los paramilitares, pues llegaron a apoyarlos muchos taxistas y una caravana de motorizados. Los primeros cerraron al tráfico frente al portón de entrada noreste de la UCA, en el tope de la Avenida Universitaria, donde también se concentró un buen grupo de personas.

Varios motorizados quemaron parte frontal de Radio Ya

Poco después un pequeño grupo de los motorizados comenzó a lanzar botellas con gasolina a la entrada de Radio Ya, supuestamente porque en su interior se encontraban varios de los que en la mañana habían atacado a lo estudiantes, hasta que lograron que la parte frontal tomara fuego, en un hecho condenable, que no ayuda a la lucha contra la dictadura, que más bien la perjudica, que va en contra de la libertad de expresión y que puede suscitar represalias.

Más tarde, al norte de la UNI aparecieron los antimotines en al menos tres vehículos (no los vi, del nerviosismo, unos dicen que camionetas otros que también un bus), lo que causó gritos de alarma y una estampida caótica. Choferes de taxis y de otros carros, y de motocicletas, así como el montón de gente, salieron raudos en dirección a Metrocentro y en menor grado, de ENEL, Desde antes que llegaran a la Pista de la Resistencia, las tropas especiales comenzaron a disparar como en una cruel cacería. Los blancos eran tantos que les dificultó la precisión, pese a la sorpresa.

Varias personas huyeron por la calle de acceso al Reparto Lomas de Guadalupe, pero la mayoría tomó hacia Metrocentro y se instaló en las gasolineras PUMA y UNO, a ambos lados de la calle. El grueso de los morteristas quedó en la primera, desde donde accionaban sus morteros hacia los antimotines que estaban de la UCA una cuadra hacia arriba, en ambas bandas de la Pista JPII.  Ya estaba la represión cuando llegaron dos vehículos con bomberos a apagar las llamas del incendio en la radioemisora, de la que, extrañamente, no se vio salir a ninguno de sus trabajadores.

Los jóvenes morteristas disparaban a un lado de una distribuidora de pinturas que está junto a la PUMA y algunos incluso se atrevían a ir a la calle. En un momento determinado dos taxistas se ofrecieron para retroceder sus carros hacia donde estaban los antimotines para que en la parte delantera avanzaran protegidos varios morteristas, a fin de que estos pudieran lazar sus bombas hechizas desde una distancia menor y así tener posibilidades de dar en el blanco para impedir su avance.

Varios heridos atendidos por ambulancias en gasolinera PUMA

 En la gasolinera PUMA se vivían momentos de indignación cada vez que llegaba un herido, lo que se hizo frecuente: cada diez, quince o veinte minutos, un grupo de muchachos cargaba a algún compañero con balinazos o bala viva en la espalda, el estómago, las piernas y caderas e incluso en la cabeza. Dos que estaban graves fueron hospitalizados y antes de las 7:00 p.m. se conoció que uno había muerto. Salía una ambulancia de la gasolinera y entraba otra. Una treintena de muchachos resultó lesionada.

Impresionante el arrojo de los muchachos frente a una fuerza especializada, con tanto poder y además, barbárica, porque pese a la desventaja, pese a tantos heridos, no desfallecían, y siempre iban adelante con sus morteros, gritos y consignas, en actos de heroísmo y también de temeridad. Solo esto explica semejante resistencia de más de cinco horas.

Luego se dieron varias arremetidas de los antimotines y los morteristas reculaban. En esos retrocesos, un grupo numeroso entró a la tienda de la gasolinera. Ocurrió algo resaltable: nadie tocó nada, respeto total a los múltiples productos en exhibición. El administrador se comportó de manera comprensiva. Luego, una bala entró limpiamente dejando un orificio en la parte superior de uno de los altos ventanales de vidrio que empezó a cuartearse en miles de fragmentos.

En una de esas arremetidas, uno de los dos taxistas que ayudaban a los morteristas se quedó rezagado y fue capturado por los antimotines, quienes lo golpearon y le quemaron el carro. Varios jóvenes también fueron apresados por las tropas especiales y en algunos casos, aunque los muchachos estaban indefensos en sus manos, se turnaban para golpearlos.

Crueles, brutales y sádicos

Otra táctica que utilizaron los antimotines fue lanzarse contra los estudiantes en sus camionetas Hilux sin rotulación oficial –no es casualidad que sean las mismas que utilizan los paramilitares--desde las que disparaban en movimiento. Partían de la UCA y daban la vuelta de regreso por la rotonda Rubén Darío. Desde la tina escupían fuego sus escopetas. Lo hicieron varas veces, como complacidos. Así fue que quebraron los ventanales de la tienda PUMA.

Tenían varios días de no aparecer los antimotines, quienes le habían cedido el protagonismo de la represión a los paramilitares, pero en esta ocasión, a pleno día, y filmados y fotografiados por valientes periodistas de varios medios de comunicación, se exhibieron como unos salvajes, unos sádicos, que, por ejemplo, a varios estudiantes les dispararon a boca de jarro o a quemarropa, como ocurrió con uno en la gasolinera UNO, que, sin embargo, logró escapar aunque herido. Así mismo, varios periodistas resultaron golpeados.

Más tarde, los antimotines parecieron ponerse de acuerdo para dispararle a  todos casi todos los ventanales de la tienda de la gasolinera PUMA, causando el terror entre los que estaban adentro: estudiantes, taxistas, pobladores y periodistas.

Es cierto que al ver a los antimotines se desbandó erráticamente todo el mundo, pero no se retiraron, fueron a tomar posiciones. Mi carro quedó entrampado porque estúpidamente lo dejé en la calle marginal junto a la Escuela de Danza, frente a la UNI, pero lo pude recuperar con daños menores a las 6:00 p.m., en medio de los fogonazos, el estampido de las armas y morteros y el asfixiante gas lacrimógeno.

También hirieron  dos periodistas

Mataron al estudiante Gerardo Morales, de 24 años, herido por arma de fuego en el tórax, y también murió el suboficial Douglas Mendiola, de un balazo en la cabeza. Esta mañana ha circulado la versión de que él se habría negado a disparar a los jóvenes y que uno de sus propios compañeros lo asesinó. Hay que investigar.

Ante esto asesinos nadie está a salvo, no lo estamos tampoco las mujeres y hombres de prensa, como se vio ayer en que la periodista Ivette Munguía, de La Prensa y Luis Alemán, camarógrafo del Canal 12, recibieron balazos de goma, la primera, en una mano, y el segundo, en el brazo izquierdo, por parte de los antimotines que reprimían en la UNI. Ivette también fue lanzada al suelo junto al fotógrafo Jorge Torres y la periodista Renné Lucía Ramos, de la agencia internacional EFE. Fueron insultados por los policías.

Esos crueles antimotines ya tenían cinco horas de estar ahí y no habían avanzado ni un milímetro, y es que, después de sus repentinas arremetidas, inseguros y nerviosos siempre regresaban a una cuadra de la UCA. A las 6:00, cuando comenzaba a entrar la noche,  continuaban disparándoles a los que estaban en las gasolineras y cuidándose de los morteros que por la parte norte les lanzaban los estudiantes de la UNI. A las 7:50 p.m. seguía escuchando algunos bombazos.

Cuanto esfuerzo, cuanto sudor, cuántas balas –algunos dicen que hasta de fusil AK—y bombas disparadas, cuanta tortura y brutalidad, cuantos golpes a los estudiantes hechos prisioneros. ¿Para qué? Pese a sus improperios a los periodistas, estos lograron presentarlos en toda su brutalidad por la televisión y cibermedios durante la tarde y la noche. El pueblo los vio en vivo y a todo color.

Una multitud se levantó por el Holiday Inn e hizo una pequeña barricada, no se movió, no fue a las inmediaciones de la UNI y la UCA, quizá hubiera sido un suicidio, pero dice mucho ese gesto de salir a la calle. En varios sitios del país, se levantaron nuevos tranques y en otros se fortalecieron. Si alguien creía que la indignación no podía ser mayor, hoy se profundizó.

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